Por William Hart*.
¿Cuál es la causa del apego? ¿Cómo surge? Analizando su propia naturaleza, el futuro Buda encontró que se desarrolla por culpa de la reacción mental momentánea de agrado y desagrado. Las breves e inconscientes reacciones de la mente se repiten e intensifican a cada momento hasta convertirse en fuertes atracciones y repulsiones, en todos nuestros apegos. El apego no es más que la forma desarrollada de la reacción efímera, ésta es la causa inmediata de sufrimiento.
¿Qué es lo que produce las reacciones de agrado y desagrado? Al profundizar, vio que se producen a causa de la sensación. Sentimos una sensación agradable y empieza a gustarnos, sentimos una sensación desagradable y comienza a disgustarnos.
¿Por qué las sensaciones? ¿Qué es lo que las causa? Profundizando aún más, vio que surgen a causa del contacto: el contacto del ojo con una visión, contacyo del oído con un sonido, contacto de la nariz con un olor, contacto de la lengua con un sabor, contacto del cuerpo con un objeto táctil, contacto de la mente con un pensamiento, emoción, idea, imaginación o recuerdo. Experimentamos el mundo a través de los cinco sentidos y de la mente; la sensación -agradable o desagradable- se produce en cuanto un objeto o fenómeno se pone en contacto con una de las seis bases o puertas de los sentidos.
¿Por qué ocurre el contacto en primer lugar? El futuro Buda vio que el contacto tiene que producirse forzosamente a causa de la existencia de las seis bases sensoriales -los cinco sentidos y la mente-. El mundo está henchido de innumerables fenómenos: imágenes, sonidos, colores, sabores, objetos táctiles y múltiples pensamientos y emociones. El contacto es inevitable en cuanto funcionen los receptores.
¿Por qué existen las seis bases sensoriales? Porque son aspectos esenciales del flujo de la mente y materia. Ahora bien, ¿Por qué este flujo de mente y materia? ¿Por qué se produce? El futuro Buda comprendió que el proceso existe a causa de la consciencia, el acto de cognición que separa el mundo entre el conocedor y lo conocido; el sujeto y el objeto, “yo” y “lo otro”. De esta separación resulta la identidad, el “nacimiento”. La consciencia surge a cada instante, y adopta una forma mental y física específica; al instante siguiente adopta una forma ligeramente diferente. La consciencia fluye y cambia incesantemente a lo largo de nuestra existencia. Finalmente llega la muerte, pero la consciencia no se para aquí, sino que, inmediatamente, sin intervalo, asume una forma nueva. Así sigue el flujo de la consciencia, de una existencia a otra, vida tras vida.
¿Cuál es la causa de este flujo de consciencia? Él vio que surge a causa de la reacción. La mente está reaccionando constantemente, y cada reacción da ímpetu al flujo de consciencia para que continúe hasta el momento siguiente. Cuanto más fuerte sea la reacción, mayor es el impulso que da. La reacción débil de un momento, sustenta el flujo de consciencia sólo un instante; pero si la reacción momentánea de agrado o desagrado se intensifica hasta alcanzara el grado de deseo o aversión, adquiere más fuerza, y sustenta el fluo de consciencia durante muchos momentos; durante minutos o durante horas. Y si la reacción de deseo y aversión sigue aumentando aún más, sustenta el flujo de consciencia durante días, meses o quizás años. Si a lo largo de la vida se siguen repitiendo e intensificando determinadas reacciones, terminan por desarrollar la fuerza suficiente para sustentar el flujo de consciencia, no sólo de un momento al siguiente, de un día a otro, o de un año a otro; sino de una vida a la siguiente.
¿Qué es lo que causa estas reacciones? Comprendió, observando el nivel más profundo de la realidad, que la reacción se produce a causa de la ignorancia. No tenemos consciencia de que reaccionamos, y no nos damos cuenta de la verdadera naturalez de lo que nos hace reaccionar. Ignoramos la naturaleza impersonal e impermanente de nuestra existencia, y tampoco sabemos que el apego a ella sólo nos traerá sufrimiento. al no conocer nuestra naturaleza real, reaccionamos ciegamente; y al no darnos cuenta de que hemos reaccionado, incidimos en dichas reacciones ciegas y con ello hacemos que se intensifiquen. Así es como nos hacemos prisioneros del hábito de reaccionar: por la ignorancia.
Finalmente la verdad fue clara para él: el sufrimiento se inicia con la ignorancia de la realidad de nuestra verdadera naturaleza, del fenómeno al que llamamos “yo”. El eslabón siguiente de la cadena del sufrimiento es sankhara, el hábito mental de reaccionar; generamos reacciones de deseo y aversión, que se convierten en apego; ocasionándonos todo tipo de infelicidad porque estamos cegados por la ignorancia. El hábito de reaccionar es el kamma -diseñador de nuestro futuro-, y la reacción sólo surge porque desconocemos nuestra verdadera naturaleza. Ignorancia, deseo y aversión son las tres raíces de las que nacen todos los sufrimientos de la vida.
*Extraído de “Meditación Vipassana. El arte de vivir”